Paz Padilla se aventura en el escenario del Teatro EDP Gran Vía con una historia real, preciosa y sincera, a la vez que dura… ¡y divertidísima! Como es ella misma. Como ha sido su vida en los últimos años. Como viene siendo la vida en general: un carrusel de emociones que transitan entre el cariño, el sufrimiento, la ternura y, por encima de todas, el amor.
No soy especialmente fan de esta actriz, pero cuando le dije a mi madre que me acompañara y se le pusieron los ojos como dos farolillos a tope de vatios, pensé que igual había andado desencaminada con mi opinión: si a mi madre le gusta Paz Padilla… pues algo tendrá que yo no he sabido ver. Porque mi madre (como todas las madres) siempre tiene razón, y punto. 😝
Así que al teatro que nos fuimos. Y fue en la cola, al enterarme un poco de la historia que íbamos a ver, gracias a los chascarrillos de la mujer que teníamos delante, que a mí ya se me empezaron a erizar los pelillos de los brazos. ¿Pero no veníamos a un monologo cómico? ¿Qué me está contando esta señora a metro y medio de que si va sobre como se le muere el marido? 😱 (No hago spoiler, que este acontecimiento se ve que es vox populi. Yo, como vivo en una cueva y no veo Sálvame, pues vivo en la ignorancia más absoluta).
Comienza la obra. Engancha, y muy rápido. Acostumbrados a ver a Padilla en papeles y roles muy revolucionados, da gusto encontrarse con una mujer sincer y tranquila que va desnudando su corazón con anécdotas de su infancia y su vida. Y entre risa y risa, ¡pum!, una pincelada que te deja tiesa. Y entre lloro y lloro, ¡toma!, carcajada al canto. ¡Qué manera de manejar los sentimientos del respetable! Ole tú.
Es imposible no empatizar con la historia, porque todos hemos sufrido despedidas de algún tipo, y al final te sientes identificado de una manera arrolladora con ese sentimiento de pérdida. Pero también te identificas con esa fuerza arrolladora que la lleva a luchar y luchar hasta el final y más allá. Menuda catarsis chula que ha encontrado Padilla para soltar lastre y, de paso, hacer un homenaje a su amor y hacernos reír y llorar durante casi dos horas.
Un aplauso para Padilla por ser esa pedazo de comunicadora/humorista/actriz y por su valentía. Un aplauso a Pablo Barrera y Paco Gómez Padilla que han participado en la creación de un texto tan fabuloso, ordenando la historia de un modo tan inteligente. Y un último aplauso (no por eso menos merecido) a Juan Fernández de Valderrama, que pone la guinda a este pastel acompañando a Padilla con la guitarra y la voz. Excelente elección de temas, genialmente tocados y cantados, que te sirven en bandeja las lagrimillas (lagrimones en mi caso).
¡No te la pierdas!