Desnudando a Eros no es una obra de teatro convencional. Podríamos decir que es un texto de textos, un desfile de personajes sonoros del más alto nivel dramatúrgico y literario, un repaso por las formas de amar envueltas en algunos temas musicales de gran sensibilidad y entrelazados por unos textos más actuales y llenos de poesía igualmente. En el fondo de la telaraña el amor, y cómo el amor a día de hoy sigue siendo un asunto difícil y a veces imposible cuando se trata de género, de culturas y de identidades.
- ¿Esto del amor va a ser siempre a base de hostias?
Se pregunta uno de los personajes. Y la mente te traiciona por un instante acercándote a la idea del: sí, eso parece.
Hace tiempo vi en Buenos Aires una versión de Las Criadas de Genet, interpretada por tres hombres y el resultado era espectacular, en ningún momento te preocupaba la identidad sexual ni el género de esos seres y la obra no perdía ni un ápice de su grandiosidad, pocos se preguntaban por qué tres hombres pasados unos pocos minutos de incertidumbre.
Hace poco, Jorge Calvo también daba vida a una de esas tres mujeres en la propuesta de Luis Luque y el resultado era soberbio.
He visto varios montajes de La Casa de Bernarda Alba interpretada por hombres, pasado el choque inicial todo era asumible, comprensible e inmenso.
Pero cuando hablamos del amor, si ellas son ellos, o ellos se unen a ellos, o ellas se unen a ellas, o deciden amarse en formas no binarias, la tensión se respira en el patio de butacas, algunos más que conservadores se van, o aquello se toma como un juego transgresor que más vale no tomarse en serio fuera de lo que dure el espectáculo.
El amor (libre, se entiende) sigue siendo una fuente de conflictos inagotable, una riada de formas de vida insatisfactorias o una búsqueda constante del poder ser lo que uno es, amar a quien quiere, amar sin que otros se sientan los protagonistas de la historia o se ofendan como si fueran ultrajados y violados.
Y así, esta propuesta de Coribante Producciones y José María del Castillo, Desnudando a Eros, es atrapante y bella. Cinco almas viejas repasan la historia literaria del amor a través de muchos de los grandes personajes de la literatura de todos los tiempos. Cinco almas viejas que son cinco artistas multidisciplinares bellos y entregados que se dejan la piel cambiando de género y tiempos al ritmo de un chasquido y con una ductilidad y una credibilidad dignas de verse. Al igual que mezclan las músicas, los bailes, los ritmos, el precioso vestuario unisex y transgresor, y juegan en un juego del todo vale si lo que está al fin del camino es el amar libremente a quién decides hacerlo, o vivir tu intimidad sin violentar a nadie.
Un juego rápido, vertiginoso y muy cuidado que consigue momentos maravillosos como esa Carmen donde el actor y bailarín nos muestra que a veces los límites son prácticamente invisibles y el todo increíblemente bello y donde José María del Castillo, uno de los protagonistas además de productor, director y autor de esta pequeña maravilla, nos deleita con un Carmen con voz de mujer creando un mini espectáculo en sí donde todo roza lo peligroso y se mantiene en el filo de lo grandioso.
Las cinco almas viejas maravillosamente interpretadas por Benjamín Leiva, Guillermo De los Santos, Alejandro Molina, Héctor Garijo y el propio José María del Castillo. Los cinco intérpretes se dejan el alma, un alma que no tiene género y nos llevan por lugares, épocas y tiempos pasados y más cercanos para darnos cuenta de que aún estamos muy lejos de vivir esto con naturalidad.
Desnudando a Eros es un espectáculo muy recomendable de ver, con momentos realmente preciosos, con unas actuaciones brillantes, con un mensaje conmovedor y cierto, con voces y nombres de inmortales que han cantado al amor con las mejores de las palabras, con momentos de humor con amor y de amor con humor, pero todos ellos con un erotismo, una delicadeza y una inteligencia emocional que bien se merecen un teatro puesto en pie agradeciendo lo vivido.
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