10 secretos que esconde la Mezquita-Catedral de Córdoba

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Con más de 1200 años a cuestas, la Mezquita – Catedral de Córdoba, una joya arquitectónica andalusí de 23.400 metros cuadrados fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984.

Tras su inigualable belleza se esconden todo tipo de secretos y leyendas, algunas de ellas van saliendo a la luz gracias al trabajo de los historiadores y restauradores. Te revelaré algunos misterios que quizá no conozcas.

1. No está orientada a La Meca

¿Por qué no está orientada a La Meca como la mayoría de los templos musulmanes? Fueron varias las teorías, como la de que era una imitación de la orientación del templo musulmán de Damasco, pero NO. En  2001, gracias al equipo de excavación del arqueólogo Pedro Marfil se conoció el motivo de esta insólita disposición. La Mezquita  está orientada al sureste y no a La Meca, porque se adaptó a los límites urbanísticos que ya existían en la época tardorromana.

Los arqueólogos encontraron los restos de una calle de los siglos V o VI y la mezquita comenzó a construirse a finales del siglo VIII,  por Abderramán I, por lo cual ya sabemos que Abderramán III respetó a la hora de aumentar la capacidad del recinto hacia el norte.

Tanto la obra original de Abderramán I, como las ampliaciones posteriores de Abderramán III hacia el norte y de Almanzor hacia el este se ajustaron a esos límites urbanísticos anteriores de la ciudad.

2.  ¿Qué esconde el subsuelo de la Mezquita-Catedral de Córdoba?

La mezquita se construyó sobre los restos arqueológicos del gran complejo episcopal, la antigua basílica visigoda de San Vicente del siglo V (al menos dos siglos antes de la invasión musulmana).

Las investigaciones aseguran que el complejo se extendería hasta la Puerta del Puente y estaba compuesto por lo menos de tres grandes edificios: la basílica episcopal, el baptisterio y el palacio del obispo, con capillas, almacenes…

3. La torre del campanario rodea los restos del minarete primitivo

Sus 54 metros de altura la convierten en la construcción más elevada de la ciudad.

En el siglo X se construyó la Torre del campanario, alrededor de los restos del primitivo minarete, la torre anexa desde donde el muecín convocaba a los fieles musulmanes (5 veces al día), para que acudieran a la oración. Tras la conquista cristiana y quedar reconvertido en campanario es curioso que a lo largo del tiempo sus campanas han mantenido esa misma función; la de convocar a los fieles.

Aunque el acceso es complicado, pues se sube a una altura de 40 metros por escaleras estrechas de altos peldaños, conocer mejor la torre y subir merece la pena, además de conocer parte de ese alminar musulmán como por ejemplo, parte de los arcos que en su día fueron algunas de las ventanas.

4. Columna del Cautivo o de la Uña

Situado entre las capillas de Nuestra Señora del Rosario y de la Epifanía o Santos Reyes, se encuentra uno de los rincones más  peculiares, rodeado de leyenda. Se trata de la célebre columna del Cautivo, una columna de mármol con una cruz tallada por un cautivo cristiano. Lo divino de la historia es que el prisionero la forjaría dale que te dale con la uñita.

Contigua a la columna hay una pequeña imagen en relieve donde se representa a la figura arrodillada del prisionero, encadenado con grilletes en los pies, soga al cuello y arrodillado ante el Cristo de 17 cm, que él mismo realizó con su uña.

Aunque en la actualidad este pequeño rincón sea una mera curiosidad turística, en siglos pasados la imagen fue objeto de gran devoción por generaciones de cordobeses creyentes que se acercaban a ella para rezar y comprobar si la imagen lloraba cuando se le acercaba una llama a los ojos. Por ello, el relieve y la cruz de la columna fueron protegidos, con dos rejas para evitar su total destrucción, aunque en honor de la antigua costumbre, se ha mantenido el rostro ennegrecido por el humo.

Sabemos que numerosos cristianos fueron martirizados, sin embargo, no hay constancia de que los musulmanes permitieran cautivos en el interior de las mezquitas, lo que ennegrece la historia para dar paso a la leyenda.

5. La columna del infierno

En la última nave de Abderramán I, muy cerca de la columna del cautivo, se encuentra ésta peculiar columna salomónica (protegida por una mampara de metacrilato), señalada entre las 1.300 columnas en su interior con la nomenclatura K29.

Era costumbre de los cordobeses rascar la columna con una moneda y se desprendía un fuerte y desagradable olor a azufre muy parecido a una bomba fétida.

La leyenda, decía que el soporte habría sido tallado en lo más profundo del infierno. La realidad es que todo se debe a una reacción química ¡Así de simple!

6. Pan­teón de per­so­na­jes ilus­tres

La Mez­qui­ta no solo es un monumento destinado al culto y a las visitas turísticas, también sirve de pan­teón de al­gu­nos per­so­na­jes ilus­tres como el insigne poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, Luis de Góngora y Argote.

Góngora nacido en esta ciudad, de la que fue canónigo, murió en 1627 sumido en la pobreza. Sus restos mortales fueron trasladados en 1858 a la capilla de San Bartolomé, y sería vecino para la eternidad del gran autor cuzqueño Garcilaso de la Vega, “el Inca” (Capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio) y del famoso pintor humanista Pablo Céspedes.

La capilla de San Bartolomé (siglo XIII) está presidida por una copia de un lienzo de José de Ribera que representa el martirio del santo. Y cada 23 de mayo se celebra una misa en recuerdo del poeta.

“El inca” fue un gran escritor, hijo de un noble español y una princesa peruana, perteneciente a la ilustre estirpe de los emperadores incas.

La mezquita también acogió en su día los restos mortales de los reyes Alfonso XI y Fernando IV, que se encontraban en la cripta de la Capilla Real hasta que en el año 1736 el rey Felipe V decidió que fueran trasladados a la Colegiata de San Hipólito.

Un enigma sin resolver a día de hoy, es el paradero de las tumbas de los emires y califas cordobeses.

7. La estrella de los deseos

En una esquina de la Mezquita – Catedral, junto a la calle Torrijos, hay una pequeña estrella. Los transeúntes que suelen pasar delante de ella, la tocan y piden un deseo, “por si acaso” se les concede.

La supuesta estrella con poderes mágicos, en realidad es el caparazón fosilizado de un erizo de mar incrustado en una piedra caliza, que fue utilizada en la construcción del muro. Con el paso del tiempo… ¡Sorpresa! La erosión de la piedra fue dejando al descubierto el fósil.

8. La leyenda de la fuente de Santa María

En el Patio de los Naranjos podemos encontrar dos fuentes: la fuente del Cinamomo y la fuente de Santa María. Esta última, que es de estilo barroco, guarda una leyenda de lo más especial. Cuentan que de uno de sus caños, concretamente del que está más próximo al olivo, brota agua con diversas propiedades mágicas.

Se la conoce como “el agua de las solteras”, pues las mujeres solteras que quieran dejar de serlo deben beber el agua de su fuente.

9. De cadena a “cadenita”

En el mihrab de la Mezquita – Catedral hay una gran cadena de oro que cuelga sobre su techo. Se cuenta que, en sus tiempos más esplendorosos, la cadena era tan larga que incluso daba vueltas sobre sí misma.

Hoy en día es mucho más corta debido a los obispos que luego ocuparon el templo ¿Por qué? ¡Ejem, ejem! Se dice que cada vez que los obispos necesitaban realizar algún “arreglillo”, comprar algún bien, etc., cortaban un trozo de esa cadena. Es por eso que a día de hoy la cadena de oro ni siquiera llega al suelo del Templo.

10. El buey que reventó

Hay una escultura de un poderoso buey blanco bajo uno de los púlpitos de la Capilla Mayor representado con un gesto agonizante y con la boca abierta de dolor.

Cuenta la leyenda que en tiempos musulmanes fue el encargado de trasladar todas y cada una de las columnas de la Mezquita. Al descargar la última de estas, el animalito “reventó”, como popularmente se dice. El dueño pediría a los constructores que no se olvidaran de su labor y, en su honor, se construiría la famosa escultura.

Desmontando la leyenda: primero, si tenemos en cuenta lo que se tardó en construir la Mezquita, y el número de ampliación de su construcción, ya era raro que el animal fuera tan longevo;  segundo, el buey y el águila en un púlpito y el ángel y el león en el otro, forman parte de los dos basamentos que eran ni más ni menos que los símbolos de los evangelistas. El toro (buey) representa a San Lucas y el Águila a San Juan. El otro púlpito, el ángel a San Mateo, y el León a San Marcos; y tercero y principal desmentido por si queda alguna duda: Martín de Barcia, titular de la sede de Osio en Córdoba durante los años 1756 a 1771, encargó los púlpitos de la catedral al escultor francés José Miguel Verdiguier, que finalizó su trabajo en 1779 con Baltasar de Yusta como obispo.

¡Qué se inventen otra porque la del buey, ya no cuela! ¡Leyenda reventada!

11. ¡Bonus extra!

Si no has quedado saciado con todos estos intríngulis misteriosos de la Mezquita, hay muchos más, como la misteriosa pintura con el rosto de Jesucristo que dicen que si se mira fijamente a los ojos, Jesús hará una seña, indicando que se le puede pedir un deseo, o si ves a diario el cuadro de San Cristóbal vivirás más años, o también existía la curiosa creencia de que quien quisiera pedirle un deseo al niño Jesús del cuatro que preside la Capilla de Jesús, María y José (conocido como ‘el niño perdido’), debía rezarle mentalmente desde su casa y luego ir andando hasta la Catedral sin hablar por el camino con nadie, hasta terminar arrodillándose frente a la imagen.

Haz el favor: id con tiempo a la Mezquita, porque con tanta tarea: tocar la estrella, pedir deseos, rezar, beber de la fuente, esperar pacientemente a que te haga Jesús la señal, buscar al buey, ver a San Cristóbal y localizar las dos columnas y la cadena… ¡Uff! Ya hemos echado todo el día de acá para allá, y cuando esto acabe, vamos a tener que pedir unos días de descanso.

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Cantante lírica, actriz, dramaturga y RRPP de teatro. Debuté a los 14 años en Zarzuela, siendo la tiple cómica más joven de España, realizando mi carrera lírica con las principales compañías del país. Pasé al teatro clásico, perteneciendo durante quince años a la Cía. Titular del Teatro Español a las órdenes de Gustavo Pérez Puig y Mara Recatero. Comencé en el mundo de la dramaturgia con las obras “Aventuras en el jurásico”, “Los alumnos de Merlín” y “Vecinas”, Actualmente acabo de terminar mi primera novela “Dos mujeres sí pueden ser amigas”.

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